Pequeña casa. 2022. Mención Premio Fadea-Clarín 2024

Tal vez la frase de Le Corbusier “la casa debe ser el estuche de la vida, la máquina de la felicidad” nos habla de que cuando se piensa una casa se piensa en todas las casas, las que habitamos, las que conocemos, las que nos han contado, las que nos han conmovido.
Si la casa es un estuche (de la felicidad) no está completa sino es habitada, por lo que las decisiones proyectuales remiten a soluciones respecto de su relación con la ciudad y el barrio, a ciertas formas de habitar propias del aquí y ahora, y a la posibilidad de que el usuario disponga su propio proyecto sobre ella, aun en exigua cantidad de metros cuadrados, asegurando la flexibilidad en el uso de los espacios, y las posibilidades de crecimiento.
En un sitio suburbano, pero de rápido crecimiento, se implanta una pequeña vivienda, con posibilidad de ampliación en un futuro. Los habitantes son un padre con sus dos hijas en edad preadolescente. La necesidad de conseguir una “casa” con un presupuesto acotado y una celeridad cuasi inmediata, definió algunas de las pautas de proyecto.
El desafío se plantea, no por su escasa superficie, sino por generar una solución nuclear básica que se asuma como una unidad que pueda crecer, pero que tambien se convierta en un espacio doméstico que cualitativamente permita la apropiación de sus habitantes.