Concurso de la empresa Telpin. Pinamar, 2012.

 

La relación Ciudad‐ Empresa ha transitado por diferentes etapas dentro de la historia de la ciudad moderna. Desde los comienzos de las ciudad‐estado europeas del Renacimiento con el creciente proceso de acumulación de capital producido por el comercio y la actividad manufacturera, la imagen de las incipientes “empresas” se potenciaba en el mecenazgo del arte

En la etapa heroica del movimiento moderno, la segregación espacial producida por el zoning atribuyo un rol ambiguo al sector industrial, relacionándolo a sitios alejados del centro y a la actividad gerencial en zonas específicas más cercanas a los centros gubernamentales, con la tipología edilicia de bloque como referente arquitectónico. La pérdida de los valores sociales de lo urbano pone en crisis esta taxativa separación de actividades, erigiendo la ciudad ,en términos contemporáneos ,a partir de la yuxtaposición de usos y de la densidad en lugar de la dispersión. Así la centralidad de las ciudades se construye en centros desiciones político‐económicas con plantas baja dedicadas al consumo, abarrotadas de gente por el día y desiertas por la noche. Hoy si bien, la ciudad diversa en cuanto a usos y la mixtura de funciones se ve como un rasgo positivo desde lo urbano, la empresa busca su lugar apostando a la centralidad urbana pero con una identidad, que la referencia directamente a la ciudad, que la interpreta, inserta en la trama de relaciones sociales, mas que como factor económico,
como un factor de identidad.

Así Telpin es una empresa de Pinamar, como Havanna es de Mar del Plata, Sancor es de Sunchales , o Microsoft de Seattle. Esta mimesis entre empresa y ciudad , hace que la arquitectura corporativa trascienda los fríos esqueletos de hormigón y vidrio , populares en las décadas del 50 y 60 para trascender el propio edificio para re‐definir una relación con la comunidad antes impensada, haciendo hincapié en la pertenencia hacia el lugar y su gente.